A veces creo que la vida nunca se queda sin tinta. La cotidiana está cargada de
infinitas historias, insignificantes, superficiales, pero historias al fin.
El amarillismo y los relatos que aumentan exponencialmente son los
protagonistas de una diaria sin sentidos, llena de ruidos, de voces
anónimas que hablan mucho sin nada que decir.
Por fuera, una novela, una serie de canal de aire, un programa de emisión
diaria. Un caudal insaciable de energía, una fuente de constante acción
e ir y venir.
Pero por dentro, simplemente, un color. Un cuento de Chejov, un paisaje,
un silencio estancado.
Hablo de un perfecto oxímoron que, por definición, es imperfecto. Hablo de mí: una poesía
acelerada.