viernes, 28 de febrero de 2020

Mi primer sueldo

Entradas para un recital. Un festival, en realidad. Fui con mis amigos de la facultad y algún que otro amigo de amigos. Fumé mi tercer porro, en el momento sentí que pintaba, no sé. Todo bien igual, la entrada me la coticé yo así que me di el tupé de disfrutarlo como quiera. El programa empezó a la 1 del mediodía y terminó 1 am, asado, pileta, hamburguesa y Ubers incluidos. Buena inversión. Además, apenas llegamos al predio unos hippones que circulaban por ahí nos regalaron a cada uno una historia de amor impresa y un forro que guardé en el bolsillo de atrás del short y que, ahora que me acuerdo, creo que perdí en el primer pogo. A la vuelta hicimos Automac y usamos el descuento de la aplicación porque las cosas en 2x1 son más ricas.

Peluquería. Gasté un fangote de guita en mi pelo pero porque podía, porque me la gané yo. Pensé que iba a salir de la peluquería caminando sintiéndome una bomba y me parecía una sensación que valía la pena pagar. No fue así, terminé lacia hasta que me bañe y preocupada por saber a dónde quedaron mis rulos. Me preocupé enserio, me di cuenta de lo importante que es mi pelo enquilombado como sello personal. Hoy, dos semanas después y con mis tirabuzones que se hicieron desear un poco, sí puedo decir que lo haría devuelta. Puede parecer superficial pero no me importa. Me parece digno preocuparse por estar cómodo en la propia piel (o en el propio pelo, en este caso).

Saldar deudas con mi madre. Era lo primero de mi lista. Desde que cobré tenía un fajito separado para dárselo y no había encontrado el momento para tal ceremonia. Me dijo que no hacía falta que le devuelva pero insistí (cuando quiero puedo ser muy convincente). Me dio más satisfacción pagarle a ella que lo de la peluquería y lo del festival juntos.

Taller de lectura. Taller de escritura. Le dieron un tinte distinto a mi febrero. Durante el año sé que se me hace imposible tener tiempo para esa clase de actividades así que me pareció estratégico meter un intensivo literario en el verano de Baires para laburantes. El taller de lectura fue sobre Cien años de soledad, una novela de García Márquez. No fui a ningún encuentro con el fragmento correspondiente leído pero wow lo mucho que lo disfruté. Creo que da para un texto aparte que algún día espero animarme a escribir; por el momento solo puedo decir que se va a llamar "Una colega impecable" y tal vez sea algo polémico. Próximamente solo en cines.

Birra. Mucha. No hace falta darle mucha explicación a esto, básicamente me di el aval de decir que sí a todo programa que se me presente porque un gran porcentaje de mi sueldo estuvo siempre predestinado para cerveza. Punto.

Matrícula de teatro. Me hice la loca y dije que me iba a pagar las cuotas de todo. Baile, teatro, etcéteras. Pagué esta matrícula y me di cuenta que los cálculos no me iban a cerrar. La amorosa de mi madre me pagó la de hiphop sin preguntarme. Recién ahora me estoy dando cuenta lo caro que es tener muchas pasiones. Gracias vieja por financiarme el ser una niña wannabe artista desde siempre; hasta el momento nada más había registrado el esfuerzo de llevarme y traerme en las mil idas y vueltas a todos lados, pero ahora también veo que había un esfuerzo económico atrás. De pendeja hice clases de absolutamente todo y tal vez ahora es un poco tarde para ser más agradecida de las oportunidades que tuve pero nunca está de más valorarlo. Cuando vea a mis viejos les voy a dar un abrazo.

Nafta. El gasto con menos glamour de la historia. Pero necesario al fin. Creo que esta es mi mayor revolución de independencia. Papá, me empiezo a pagar la nafta yo, dije con la frente en alto y en ese instante, recién en ese instante me di entidad de ser una adulta joven en el mundo. Tengo que interrumpir el "¿llenamos con Infinia?" con un 1000 pesos de súper, por favor, medio atolondrado que no deja de dolerme pero vale la pena ser dueña de los trayectos también.

Varios. Cosas de farmacia, regalos de cumpleaños, depilación, entradas de cine. Época de los Óscars, qué se le va a hacer. Quien dice cine, dice pochoclos, después dice birra y volvimos al párrafo de la cerveza. Y helado. Muchísimo helado.

Terminó febrero y quedé con 500 pesos en la cuenta. Me liquidé todo el resto. Por primera vez en la vida entendí el feeling de querer llegar a fin de mes. ¿La próxima entenderé la suba del dólar?

En la corpo no se llora | Crónicas de oficina

12:56 de un martes de enero.

Anoche hubo tormenta, lo único que quedó hoy como evidencia es un cielo muy blanco, de esos que encandilan. Estoy en la oficina y tengo los ojos llorosos. Nadie se da cuenta igual. Al lado mío se sienta una de mis jefas, tiene Whatsapp Web con sonido y habla por teléfono a los gritos con un cliente. Enfrente mío, dos minas de mi edad, un poco más grandes por ahí, están muy concentradas en sus respectivas Mac Books Air. Es obvio que están leyendo Twitter. La diseñadora gráfica de la agencia se sienta a mi derecha, ella sí trabaja todo el tiempo. Me jode que no se tome recreos. Al principio trataba de poner mi monitor en un ángulo en que ella no pueda ver qué ocupaba mi atención pero hace un tiempo lo dejé de hacer porque me di cuenta que no me registra ni le importa. Llega, labura y se va. Igual tengo pensada la respuesta por si me llegan a preguntar, voy a decir como si fuese obvio que lo de los ojos llorosos es por lo del cielo blanco que encandila. Me parece una buena salida, no sé si es muy creíble pero a esta gente le basta. Preguntan por compromiso si es que lo hacen, no les interesa todo lo que me dijiste ayer. No saben quién sos. No te lo digo para llevarte la contra eh, ya sé que vos pensás que le hablo a todo el mundo de vos pero no es así. No porque no me gustes, todo lo contrario, es porque me siento una boluda contando este típico cuento de minita. Creo que puedo tolerar ser muchas cosas pero ser un cliché, no gracias. Todo menos eso.

Anoche me agarraste por sorpresa y mi desconcierto me privó de lucidez. De hecho, trato de hacer memoria y no puedo acordarme de qué te dije ni mucho menos qué palabras usé. Tampoco es que me cuide tanto con mi elección de vocabulario, ya sé, ya sé. Sí, soy impulsiva y hablo de más, pero eso no quiere decir que todo lo que diga no sea verdad. Pero anoche pude esbozar cinco oraciones medio inconexas y hasta ahí llegué. Me hubiese gustado poder pedirte perdón por no haberte sido sincera todo este tiempo, me ocupé de hacerme licenciada en darte señales falsas. Mostrarte que estoy en otra, mirá cómo me río con tal pibito, escuchá los cuentos de mi salida de anoche, perdón hoy no puedo me veo con el flaco aquel. Nunca me creí mucho ese discurso que me hacía a mí misma de lo divertida que es la soltería, de lo poco que te necesito pero al parecer soy buena actriz porque nadie cuestionó que no sea verdad. Ni yo.

Sigo con ganas de llorar pero me entró un mail con un pedido de un reporte urgente para no se quién que está en Perú. Respondo rápido en mi mejor español neutro y automáticamente googleo cómo es que se hace un reporte de esos porque no tengo idea.

No me di cuenta y se hicieron las 18:30, chau chau adiós. Le gané a las lágrimas, ¿te gané a vos?

--

12:08, lunes soleado.

Tengo ganas de lagrimear en la oficina. Devuelta. Y, devuelta, sos vos la razón de mis lágrimas escondidas. Hoy no está mi jefa al lado, estará en alguna reunión o en su casa resacada del fin de semana. Nunca lo voy a saber porque los jefes no tienen que justificar sus ausencias. La diseñadora y la que se sienta enfrente mío tampoco están, esta semana se tomaron vacaciones. Pero hay otras dos personas sentadas en la mesa, no da que llore. No, no. Aunque no estén enfrente mío, no quiero darte el poder de que te metas en mi vida laboral. Y encima hoy no tengo la excusa de la encandilada.

Nadie llora cuando hay sol.

--

15:14, último viernes de enero.

En un poquito más de 3 horas termina la semana. Puta madre sí que fue eterna. Siento que fue hace un siglo que estaba llorando en la galería de la China. Pero no, fue el mismísimo domingo de hace 5 días. Creo que se secó un poco ese baldazo de agua fría. Hoy tengo los ojos cansados, medio llorosos pero llorosos de estar mucho tiempo con la computadora. No de tristeza. No, tristeza no. Entraste en la zona del vacío. No te diría indiferencia por que te estaría mintiendo y porque ni siquiera te importa. "Te coroné con mi indiferencia como si te importara algo", Pedro Mairal una vez escribió algo así y tiene razón. A vos no te importa, no te importo y estoy bien con eso.

--

10 y monedas, 17 de febrero.

Todavía no son las 11 de la mañana y ya arranqué a escribir 5 textos que quedaron en la nada. Todos más o menos con la misma temática: la hoja en blanco, el miedo, el desamor. El silencio. Me cuesta romper con esta sequía de inspiración con la que me sorprendió febrero. Qué sé yo, hay ciertas inercias que se imponen con ganas. El bondi de la desconexión está bueno pero me conozco y sé que en cualquier momento va a haber un choque importante. No me sale jugar la carta de los sentimientos freelance, del hippismo emocional. Tampoco me sale lo otro.

Ni siquiera sé qué sería "lo otro". En resumen, podría decir que no me está saliendo nada en ese plano. No es por ser derrotista, lejos de. El tema es que me doy cuenta que no sé cómo manejarme, realmente ya no sé.  No sé qué es lo que me queda cómodo. No sé si quiero estar cómoda. No sé qué quiero, perdón.

Escribo "perdón". Lo borro. Me enoja disculparme por lo que siento o pienso. Lo escribo devuelta y pienso a quién le estoy pidiendo perdón y por qué. No sé la respuesta pero lo dejo igual porque estoy harta de censurarme. Me propongo el ejercicio: ¿posibles destinatarios de ese perdón? Perdón a mí misma por no tener todo resuelto y desilusionarme, qué cagada darse cuenta que no tenés todo de taquito. Perdón a todos los posibles alguienes de mi vida que no tuvieron el lugar para ser, que fueron condenados a la nada por el pánico de que sean algo. Perdón a las películas románticas con las que me crié porque me doy cuenta que no quiero ser una rubiecita de Hollywood. Perdón a mis amigas que me tiran "la posta" pero se me hace imposible bajarlo a la práctica. Tengo la culpa muy a mano, todo me parece motivo para latigarme, para poner en evidencia mi insuficiencia frente a la vida.

Sonrío porque registro que tengo los ojos llorosos. Hace un par de semanas que no me lo permitía. Me cae una lagrimita y me la seco rápido para que nadie se dé cuenta. Le pregunto a mi jefa si necesita que la ayude con algo. Me pregunta si estoy bien, asiento sin parpadear. Estoy bien. En la corpo no se llora.

--

3 menos 10 de la tarde, penúltimo día de febrero.

Hace un rato lloré de la risa. Con las dos minas que laburan enfrente mío (las de las MacBook Airs que miran Twitter) nos fugamos de la oficina para comprarnos un McFlurry, fue una linda complicidad. Casi que puedo decir que ya somos amigas. Ya les conté de mis viejos, mis hermanos, mis pibitos y, bueno, sí, les conté un poco de vos. Dijeron que eras medio boludo y tuve que explicarles que no, que simplemente no sentías lo mismo. No me puso triste hablar de vos. Una de las dos me dijo que intente escribir una carta enumerando las razones por las que deberías estar conmigo y lo único que se me ocurrieron fueron razones por las que yo no debería estar con vos. Fue bastante sanador hablar de vos en la oficina al final.

Me doy cuenta que es fin de mes porque estoy expectante a cobrar. Nunca me había pasado de ser tan consciente de una fecha que no tenga que ver con mi cumpleaños o un evento especial. Será que estoy creciendo, supongo que es eso.

Hago un poco de memoria y pienso en lo que viene siendo mi año. Van solo dos meses pero podría decir que pasaron muchas cosas y hay otras que sé que no van a pasar. Vos, por ejemplo. No vas a pasar y estoy bien con eso. Ya no me mueve lo mismo. Y perdoname, pero me cansé un poco de que seas el destinatario de todas las palabras que escribo. Quiero dejar de garabatear una carta interminable que ni siquiera quiero que leas. Así que te despido con cariño, quiero ver si puedo encontrar inspiración en otro lado.

Vienen siendo dos meses intensos, pero también puedo decir que vienen siendo dos meses en los que estuve siendo muy feliz. Voy a estar bien. Y no te preocupes, que aunque en la corpo no se llore, siempre puedo ponerme una fachada de concentración y escribir.