lunes, 14 de diciembre de 2020

Spam

Mi terapeuta me mandó a escribir. A escribirte. Se supone que ayuda a sanar. Y puede que funcione, me entusiasma la idea de romper la pared que nos separa de un trompazo. Estoy harta de hablar sola, de latigarme, de fomentar el discurso que me victimiza sin que ni siquiera te enteres. Creo que ella también se hartó de escucharme y por eso quiere que cambie el destinatario. Te vendría bien escucharlo, así entendés que lo que hacés tiene consecuencias. Me encantaría putearte en la cara casi que escupiendo en todas las pés. Decir todo lo que pienso sin reparos. No tener miedo a que te enojes conmigo por enojarme con vos. ¿Qué clase de mecanismo macabro es ese?

Una vez me dijiste que nunca habías sentido algo por mí, que lo nuestro fue solo mío. Creo que muy en el fondo quisiste pedirme perdón por confundirme tanto, por necesitar reafirmar constantemente que yo iba a seguir atrás tuyo. Que me iba a reír de tus chistes malos, que iba a responder tus preguntas googleables. Que iba a escuchar tus teorías infundadas cuando ya nadie te estaba prestando atención. Ahí hay una clave: necesitabas atención, no me necesitabas a mí. Pero no te importó volverme loca en el proceso. No. No te importó todo lo que yo iba resignando con tal de tenerte cerca. Alimentaste expectativas de la manera más egoísta que conozco. ¿Será que en el fondo sos un inseguro? ¿Que necesitaste romperme íntegra con tal de sentirte un poquito mejor? Te felicito, lo lograste. No sé si ahora te sentirás más lleno o más alto, más grande. Más hombre. Subrayemos lo de sentirte, la parte subjetiva de la cuestión, porque en la práctica no sos nada de eso. Alguien tendría que decirte que sos un cagón y también una mierdita. No voy a ser yo la que te lo diga igual, solo dejame pensarlo, permitime la sana catarsis. Creo que te diste cuenta en un momento, creo que intentaste de una forma muy lavada y tibia esbozar una especie de perdón, pero te quedaste a mitad de camino. No fue suficiente. Siempre te faltan 5 pal peso, no entiendo por qué no me di cuenta antes.

Tampoco entiendo por qué me siento tan rota por adentro. Tan fragil, chiquita, débil. Endeble. Me siento insulsa, reemplazable. Siento que nunca me voy a curar del mal de amores pero al mismo tiempo me siento una fracasada porque eso no fue amor. ¿Se puede extrañar lo que no fue? Igual no te confundas, no extraño nada de vos. No me hacés sentir bien, nunca me hiciste bien. Me hiciste sentir insegura e indeseada, me hiciste querer ser algo distinto a lo que soy. Me hiciste sentir fea, gorda, poca cosa. Inquerible. Me hiciste querer tener otra risa y otras convicciones morales. Me hiciste sentir una imbécil por no saber contar bien los remates de los chistes. Me hiciste hacerme fan de bandas que no me gustan; o tal vez esa solo fui yo queriendo buscar una personalidad más digna para vos. Entiendo que también fue mi culpa. Me hiciste sentir minúscula, “el último orejón del tarro”. Eso. Me hiciste sentir la última en la fila. Invisible. Me robaste hasta a mi mejor amiga: hasta ella te elige a vos por sobre mí. Me sacaste la seguridad, la personalidad, la confianza en que valgo la pena. “Valer la pena”: creo que ninguna persona la vale y aún así te la dedico. A mi pena, digo. Mi pena tiene nombre y apellido. Tiene tu número de documento. Me siento sola y siento que la sensación es eterna: tengo miedo de que estas emociones atragantadas duren para siempre. Ojalá no. Ojalá algún día seas un recuerdo lejano, ojalá algún día me acuerde de vos con una sonrisa y diga “já, era tan joven”. Ojalá nos crucemos en algo que se sienta como otra vida y me des lo mismo. Deseo poder serte indiferente algún día. Ni siquiera deseo que me veas feliz, con alguien mejor que vos, con las tetas hechas, con un mega trabajo: nada de eso me interesa porque lo que más deseo es que me des lo mismo. Que te pueda cruzar en chancletas y rodete bajando al chino y saludarnos como se saludan dos personas que se conocen “de la vida”. Al pasar. Deseo que algún día dejes de tener tanto poder sobre mí. Ser libre de vos y todo ese barro que me haces sentir. Aunque no lo hagas a propósito, porque eso es lo peor. Vos con suerte te acordás de mí en mi cumpleaños y esa indiferencia es lo que más me acuchilla. ¿Cómo puede ser lo poco que valí para vos? ¿Cómo puede ser que esa nada me siga lastimando tanto?

Últimamente casi que no lloro pero cuando digo tu nombre en voz alta me explotan las lágrimas, las escupo. Quiero agarrarme el corazón y hacérmelo bollito con las dos manos para que me deje de doler y no es metáfora. Literal me duele el pecho cuando pienso en vos, me duele eso que late, siento que se me deshace. Que me deshago. Que me borrás, me sacás todo lo bueno que tengo, que me llevás a la sombra, que me hacés desaparecer. Estoy sola. Y no quiero estar con vos. Solo quiero que me liberes. No quiero llorar más por vos. Quiero entender que el amor es otra cosa, que no puede ser esto. Quiero quererme. Devolverme la seguridad, las ganas de comerme el mundo. Quiero animarme a no estar sola como mecanismo de defensa. Quiero ser libre de vos.

Una vez que abro la canilla no puedo parar. Una vez que te doy lugar no basta con escribir de un tirón todas mis emociones. Sigo triste. Sigo con dolor. No sé qué hacer para que se vaya. Para que te vayas. Esta es la única manera que conozco y me desborda cuando no es suficiente. No me queda otra que atravesar el sentimiento pero es una mierda. No me gusta sentirme así. Me siento una pelotuda por seguir llorando por vos. Me da hasta risa. Soy patética. Ni siquiera puedo estar triste en paz. Ni eso me das.

Tal vez algún día te mande esto. Tal vez hasta te lo diga en la cara. Por ahora voy a seguir escribiendo, por lo menos hasta que se me terminen las lágrimas.

domingo, 13 de diciembre de 2020

Pasas de uva

Me das la sensación de no hacer pie en la pileta. Con vos nunca sé. Sos un rompecabezas que vino sin caja, me diste un montón de piezas inconexas que no sé cómo armar. Un enigma hecho a mi medida que, para variar, me sacó la ficha de una. No dejé nada a la imaginación. De entrada supiste que soy un manojito de palabras y piel de gallina. Tengo la risa fácil, como limón como si fuese una naranja y bailo en la cocina mientras espero que hierva la pava eléctrica. Me olvido los finales de las películas pero tengo memoria infalible para las fechas. Escucho canciones en loop por días enteros. Me despierto antes que la alarma y cuando tengo sueño no lo puedo disimular. Prefiero leer cuentos antes que novelas, si tengo que pedir helado voy por banana split y pistaccho, a veces rapeo sola en el auto, no me sale hablar sin mover las manos y soy fanática de las siestas al sol. Paseo un cuadernito chiquito a todos lados por si las dudas pero los textos que más me gustan los escribí garabateando en servilletas de mala calidad. Amo los micrófonos y me encantaría saber cantar. Siempre tengo los dedos congelados, no importa la estación ni el clima. Nunca no me tienta comer queso. No hace falta que te cuente todo eso porque ya lo sabés; ya me sabés toda.
No sabría cómo describirte a vos. Simplemente sos. Estás. Querés. Tu simpleza me resulta compleja porque no estoy acostumbrada a que los vínculos vengan tan aceitados. Cuando estoy con vos siento que no hago pie, por eso voy despacito. Voy despacito porque me da miedo llegar a lo hondo y darme cuenta que tengo los dedos como pasas de uva y que igual no quiero salir.