domingo, 24 de noviembre de 2019

El episodio de la flor

Una flor de papel. Eso bastó para asustarme. Un pedazo de servilleta húmeda de cerveza perfumada por su tabaco y el baho de ese boliche al que nunca volví. Entre copas supo (o intentó) manifestar una especie de te quiero atolondrado y en ese gesto estuvo su error. Estábamos charlando bien, me hizo reír mucho. Me acuerdo que en un momento me distraje pensando en las ganas que tenía de chaparlo mientras me contaba cómo se le rompió el auto. Fui al baño y mandé una selfie al grupo con mis amigas con un “lp amooooo” enfático y mal escrito. Cuando volví pasó todo lo de la flor. 

El episodio de la flor. Así lo titulé. Me sigo preguntando por qué tuvo que arruinar todo tan rápido. Me entregó todo su amor adolescente en un pedazo de servilleta y no pude manejarlo. 

Esa noche en el auto le dije que gracias pero no, que no quería salir más. Arqueó una ceja y me dijo que no entendía. “Ojalá puedas mirarte con los ojos que te miro yo”, fue la consigna empalagosa y juro que hice el esfuerzo por intentar verme desde él. Claro, estaba en otro canal, no sé por qué razón ni en qué momento compró una visión idealizada del quilombo que soy en realidad y me dio mucho miedo desilusionarlo. Le gustaba enserio. Eso era lo más grave. La flor era sincera. Me dio miedo que eventualmente se dé cuenta que no soy lo que él veía, que tengo miedo de lastimarlo. O peor, que, en realidad, tengo miedo que me lastimen. Algún día se iba a dar cuenta que no me merecía su flor de papel. Gracias pero no, y, sin mucha más explicación, agarré la flor y me bajé del auto. 

No pude tirarla. La guardé en un cajón para cuando esté lista para hablar en su idioma hollywoodense. En el fondo tal vez pensé que en un futuro podía llegar a ser una buena excusa para reabrir este capítulo muerto en plena introducción. 

El otro día me acordé de él y de su flor atolondrada. Me dio intriga el famoso “qué hubiera pasado si”. La constante de mi vida. La busqué en todos mis cajones y no la encontré. No me importó, me decidí a buscarlo igual sin flores, sin gestos, sin película; en cierto modo creí que eso también era heroíco. 

Busqué su chat, abrí su foto de perfil y estaba ella. Qué bueno que encontró su protagonista. 

Mientras tanto voy a seguir buscando la flor y mi final feliz en otro lado. 

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