lunes, 1 de octubre de 2018

Daño colateral

Otro sábado de lluvia inundaba el humor de Buenos Aires. Dicen que el clima tiene influencia directa sobre el estado de ánimo de los artistas. Marina era el fiel reflejo de esa teoría: las tormentas, el cielo gris y la humedad pesada le drenaban la energía y, por sobre todas las cosas, la hacían pensar. Pensar no como quien quiere pensar durante un examen o para hacer una cuenta rápida en el supermercado. La lluvia la hacia reflexionar. Cada gota sembraba una incógnita nueva. Glop. Duda. Glop. Duda. Glop. La cabeza no le puede ganar al corazón. No. ¿O sí? Vértigo, ilusiones, flagelos. Te quiero pero no me conviene. Te quiero pero me das miedo. “Te quiero pero no”, cuatro palabras que suspendieron el posible futuro que tal vez los esperaba. El trasfondo de ese mensaje era una especie de no sos vos soy yo versión no sos vos es la lluvia. Si hoy hubiesen ido al río como estaba planeado, hubiesen sentido. Marina hubiese vivido, sin la necesidad de rotular. Hubiese volado, reído. Tal vez, hasta se hubiese enamorado. El sol hace esas magias; pero el gris del cielo matizó todo con su inmensidad. Solamente quedó lugar para una colección de hubieses: el daño colateral de la lluvia.

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