Estimado señorito que acaparó mi atención momentáneamente:
Hoy le dedico estas líneas a usted, ________________ (completar con nombre y apellido que correspondan al pretendiente de turno), para aclararle algunas cuestiones y, así, evitar confusiones de ambas partes en el futuro cercano.
Para comenzar, cabe establecer que si usted no está interesado debe de manifestarlo de inmediato; le ahorrará a quien escribe el trabajo de tener que construir este texto (e ilusiones) sobre una base inexistente. A su vez, por más de que haya un acuerdo tácito de sinceridad explícitamente de mi lado, puede que le falle en alguna que otra ocasión ya que muchas veces no soy sincera ni conmigo misma; por lo que toda cláusula escrita puede someterse a fluctuaciones y variables dictaminadas por mi rebelde voz interior. Espero sepa disculparme.
Futuro festejante: sea claro con sus intenciones (pero no tanto, no vaya a ser que ahogue la sana y lúdica incertidumbre pasajera); no mida sus palabras ni limite sus sentimientos; sepa callarme cuando lo sienta necesario y escucharme cuando me cueste alzar la voz. Sea consciente de que detrás de esta persona que intenta hacerse la fuerte, hay una gelatina de sensaciones con mucho pero mucho miedo al amor. Detrás de la fachada bastante armada y picarona, hay alguien que necesita ciertas seguridades aunque no lo parezca. Solidarícese con la causa y no fogonee tales debilidades. Por otro lado, le ruego que no me rompa el corazón. Y si lo hace, tenga a bien ayudarme a recuperar las partes heridas para luego poder ocuparme por mi cuenta en su reparación y así dejarlo en un estado "pseudo como nuevo" para el próximo candidato de turno que vaya a ocupar su lugar.
Le confieso que, aunque jamás vaya a decírselo públicamente, desde que tengo memoria sueño con ser princesa. No crea que dicha aspiración esté impulsada por deseos de autoridad política ni exposición, no. Sueño ser princesa porque eso implica que un príncipe se enamore de mí. "Que no punda el cánico", diría esa misma niña que a los cuatro años chancleteaba los zapatos altos de su mamá: no hace falta que usted sea azul ni de ningún color particular; tampoco se le pide que tenga un baggage familiar que aparezca en libros de historia; ni que posea título alguno de nobleza. Simplemente basta con que tenga interés en que construyamos un reino juntos. (Nota: el concepto de reino queda sujeto a definirse entre ambas partes en el futuro).
Si usted no cree ser correspondido de estas líneas, tenga a bien demostrármelo de alguna manera. Se le agradece encarecidamente por su efímera participación de relleno y la sana distracción que me convidó; pero le ruego sepa correrse de dicho rol. El espacio debe cederse a alguien que lo quiera enserio. En algún lugar -cerca o lejos- hay un muchacho que, sin saberlo ni manifestarlo, está esperando que esta princesa lo haga sentir como ese príncipe y no querrá usted privarlo (ni privarme) de dicha oportunidad.
Atentamente,
La comisión burocrática de mi corazón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario