Me habló una mina por Instagram de la nada y me preguntó si alguna vez me había enamorado. Me descolocó un poco y me quedé tildada frente a las notificaciones por un rato. Primero necesité ponerme en contexto y entender por qué me preguntaba eso, por qué podía llegar a interesarle. Saqué conclusiones. Leyó mi blog, le dio intriga. Le di intriga. Sintió que me conocía, no sé. Me cuestioné un poco cuánta intimidad muestro en el mundo digital y tuve un momento de paranoia con lo transparentes y vulnerables que somos aunque no mostremos piel. Siguiente tema a resolver: qué le respondo a mi primera lectora. Bueno, primera lectora que no sea amiga o familiar. Primera lectora que me lee por voluntad propia, porque me buscó, porque le gusté. ¿Le miento? Me dio miedo pincharle la imagen mía que creó, aunque no sepa cuál es ni si es buena. Decidí que le iba a decir la verdad.
Creo que sí, le escribí. Y abajo me corregí, verborrágica y poco concisa como de costumbre, le dije que sí, que varias veces, que nunca correspondido. Era cierto eso, sí. Quise seguir explicándole que en realidad no sé bien qué es estar enamorada, que creo que debe haber algo más que todavía no sentí. Porque si lo que viví hasta ahora es el famoso amor no entiendo por qué tiene tanto marketing. El amor no debe ser eso. Me acordé que a los 14, 15, años me plantié un dilema parecido y lo metía en cada conversación que me daba pie. El debate era sobre las diferencias entre el enamoramiento y el amor y yo no tenía ninguna postura al respecto. Me gustaba escuchar opiniones de los que sabían, de los que tenían data de primera mano. Información fresca. Lo mío era más bien recolección de datos, un estudio sociológico basado en Gossip Girl y Casi Ángeles. Siempre me salió bien no tener opinión sobre algunos temas pero igual poder hablarlos hasta el cansancio, no todos pueden. No entiendo porqué la tibieza se ve como algo malo. Estaba por ponerle que perdón, que en realidad nunca me enamoré de verdad y la vi escribiendo sobre mi chat. Borré lo mío. Se ve que ella también dudaba porque escribía y dejaba de escribir en loop, ensayaba sobre la conversación una respuesta que amagaba con salir y se volvía a esconder. Había cierto morbo en pararme congelada enfrente a ese typing con puntitos suspensivos y tratar de adivinar qué me iba a decir.
Te deseo que te vuelvas a enamorar y que te corresponda.
Tardó más de 5 minutos en esbozar esa oración y me parece que eso le dio más validez, como si fuese sincero. Después me pidió que siga escribiendo aunque me enamore, aunque me correspondan. No entendí bien porque puso “aunque” pero se lo prometí. Gracias, me dijo. A vos, le dije yo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario