Nuestro jardín estaba lleno de hojas color mostaza, crocantes. Sí, me acuerdo porque esa fue la palabra que usaste.
—¿Crocantes? —te pregunté, tratando de darte una chance para que no parezcas un goma que hablaba en idioma de dibujito animado.
Que sí, que crocantes, respondiste con la frente en alto y rompiste una en cuatro pedacitos para que lo pueda escuchar con vos. Me pusiste el mechón de pelo que siempre se me despeina atrás de la oreja y me diste un beso en el cachete. Me dijiste que te ibas a ir. Que te tenías que ir, énfasis en tenías. Y en el momento no lo entendí, perdón.
Ahora cada vez que veo hojas secas pienso en vos. Me encantaría acordarme con tanta nitidez lo que me dijiste el día que me invitaste a salir por primera vez, lo que te dije yo el día que nos conocimos, la frase con la que me confesaste que creías que lo nuestro iba en serio. Pero no, esa parte la tengo borrosa. Se me desvanecen los diálogos, se me desdibuja. Se me deshace todo, salvo tu otoño. ¿Crocantes? ¿Esa es la palabra que elegiste tatuarme?
Me hubiese encantado que te vayas pegando portazos. A los gritos, bien exagerado. Que nos escuchen los vecinos. Que mis amigas te digan “el toxi”, que mi hermano te odie. Pero no. Quedó un recuerdo inmaculado de tu cara sonriendo y una bocha de portarretratos en casa con fotos que no sé dónde guardar.
Te fuiste y encima me dejaste hábitos, rincones, rutinas. Recetas. Canciones que sumé a una playlist muy mía. Un buzo y dos remeras de pijama, una que dice Kuala Lumpur y otra muy cómoda con un estampado horrible e indescriptible. Aparecés hasta en mi algoritmo de Netflix.
Ahora bato el café como me enseñaste porque es verdad que así queda más rico. Uso tu taza del pato Donald y me instalo en el sillón que da a la ventana donde te solías sentar a existir. Se ve el jardín, se ve cómo el otoño se va rindiendo de a poquito. Hay silencio y el sillón me queda grande y te sigo extrañando y solo tengo un café edulcorado con gusto a vos.
También hay una montaña de hojas secas esperando, hace mucho tiempo ya, que alguien vuelva a hacerlas crujir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario