No encontraba los borcegos por ningún lado. Revolví todo hasta que los vi de lejos, revoleados a una distancia lógica del sillón. Claro, me los saqué cuando volví del entierro y quedaron ahí desde el martes. Me los puse y sin darme cuenta, cada paso iba dejando un caminito de barro.
Ensucié todo el piso del living.
Me dio un poco de impresión pensar que era la misma tierra con la que te habían enterrando a vos. Que la misma tierra que estaba ensuciando el piso de mármol de mamá era la que te está tapando por completo, la que hace de muro que te separa del mundo, la pared que te distancia oficialmente de los vivos. Bueno, en realidad, está aislando tu cuerpo, no a vos. Ese no sos vos, ¿o no? ¿Dónde estás vos posta? Me cuesta entender la muerte. Nunca me había puesto a pensarlo tan así, de manera tan morbosa y concreta. Tu papá dijo unas palabras después de la misa y habló de la diferencia entre mapa y territorio: dijo algo así como que tu cuerpo era un mapa, un papel, algo deshechable; mientras que el territorio es donde está la jodita posta. ¿Dónde está tu jodita?
A cada rato pienso que es un chiste esto. Te imagino riéndote torcido desde arriba y no sé si sumarme a tu risa, llorar o no hacer nada. Estoy casi segura que a este punto ya me quedé sin lágrimas y no hay llanto o risa que me parezca suficiente y capaz de despertarme de este mal trago.
El martes fue el entierro, pasó un siglo en cámara rápida (o tres días en cámara lenta) y sin darme cuenta ya es viernes y yo sigo teniendo tu barro en mis zapatos. ¿Qué pasa cuando los mande a lavar? No sé que va a pasar cuando mis pisadas apuradas gasten lo último tangible que me queda de vos. Ni cuando deje de ser válido frenar todo. Tampoco qué va a pasar cuando las alarmas sigan sonando y cada vez más fuerte, cuando los trabajos empiecen a exigir, cuando caigamos en la rutina, cuando no quede nada de tu barro en mis borcegos y no haya más vos. ¿Qué pasa si un día me despierto y no estoy más triste? No sé si quiero saber qué pasa si un día me despierto y me olvido de que no estás, si normalizo tu ausencia de una manera que solamente puede estar ausente alguien que no te genera ningún tipo de incidencia en la cotidiana. ¿Y qué va a pasar cuando me dé cuenta que te fuiste y que no tengo idea a dónde estás, que no tengo ni idea a dónde vamos a ir? Decime qué va a pasar cuando de repente entienda que la vida es corta, cuando me caiga la ficha de que me preocupo por un montón de cosas accesorias creyéndome inmortal y cuando piense en tu vida que fue más corta que muy corta y no me consuele saber que fuiste feliz, ¿qué va a pasar ahí? Tengo preguntas, barro y angustia. Y también incertidumbre existencial. Te fuiste sin avisar y, qué querés que te diga, me dejaste manchas que no se limpian tan fácil.
A todo esto, mamá me retó porque también llené de barro la cocina.
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